El mandatario de 86 años prometió que se retiraría en febrero de
2018. De cumplir su palabra, el próximo 21 de diciembre la Asamblea
Nacional de Cuba sería el escenario de una de sus últimas intervenciones
públicas.
“No voy a llegar a tatarabuelo (…) porque se van a aburrir los
cubanos de mí”, dijo el mandatario cubano, Raúl Castro cuando hace dos
años, de visita por México, anunció que el 24 de febrero de 2018 es la
fecha que tienen marcada en el calendario para retirarse del poder.
El anuncio de que Castro, que hoy tiene 86 años, no aspirará a
una tercera reelección hizo que, durante los últimos años, las acciones
del régimen se interpretaran a la luz del retiro del mandatario, quien
asumió el poder en 2006 cuando los quebrantos de salud de su hermano
Fidel lo hicieron dejar el poder tras 47 años al frente de la isla.
Raúl fue ratificado en el cargo en 2008 y, ya en ese entonces,
había prometido que sólo tenía planeado estar en el poder durante dos
periodos de cinco años. Foto tomada de Google
Con la expectativa del retiro de Castro, la Asamblea Nacional de
Cuba, (Parlamento unicameral) celebrará el próximo 21 de diciembre el
décimo y último periodo ordinario de sesiones de su octava legislatura.
La convocatoria del pleno fue publicada el viernes en las
portadas de los principales medios estatales. Lo habitual es que en esta
segunda y última sesión del año se conozcan las cifras económicas del
país al cierre del ejercicio, entre otros temas.La convocatoria del pleno fue publicada el viernes en las portadas de los principales medios estatales
También es de esperar que Castro intervenga para hacer un balance
sobre la situación de Cuba en lo que se espera sea una de sus últimas
intervenciones públicas como gobernante.
La Asamblea Nacional del Poder Popular celebra dos sesiones
ordinarias al año, en julio y diciembre, aunque también puede ser
convocada de forma extraordinaria como ocurrió en junio pasado, cuando
el Parlamento se reunió para aprobar la última versión de las reformas
para actualizar el modelo socialista cubano.
El pleno de diciembre se celebrará en un momento de crisis
económica para el país caribeño, que en septiembre pasado sufrió el
embate del devastador huracán Irma con un balance de diez muertos y
millonarios daños materiales aún sin cuantificar.
A ello se suman la crisis en Venezuela, principal aliado político
y económico de Cuba, y la degradación de las relaciones con Estados
Unidos tras la llegada al poder de Donald Trump.Foto tomada de Google
En los últimos meses Washington ha reforzado el embargo financiero
que ese país mantiene sobre la isla prohibiendo los negocios con
empresas vinculadas al estamento militar cubano y aplicando nuevas
restricciones a los viajes de estadounidenses a Cuba.
Además, el pleno tiene lugar en medio del proceso electoral, menos de
un mes después de la celebración de elecciones municipales y a la
espera de que se anuncie la fecha para los comicios provinciales y
generales.
La Asamblea Nacional de Cuba, que se renovará tras las elecciones
generales, está integrada por 612 diputados que representan a los 168
municipios del país y es elegida cada cinco años.
el próximo 24 de febrero, se espera que ocurra en Cuba algo que
no sucedía desde hace 40 años: alguien sin el apellido Castro ocupará la
presidencia del país.
Los meses venideros serán de definiciones en Cuba, pero ahora
solo hay incertidumbre, no solo sobre cómo ocurrirá la anticipada
transferencia de poder sino también sobre el futuro de las relaciones
entre Estados Unidos y Cuba bajo el presidente Donald Trump.
En el 2013, Raúl Castro transmitió a la Asamblea Nacional su
intención de retirarse de la presidencia del Consejo de Estado — y con
ello también de la jefatura de gobierno. Su aparente sucesor es Miguel
Díaz-Canel, un político que fue ascendiendo en las filas del Partido
Comunista de Cuba (PCC) y que fue promovido a primer vicepresidente del
Consejo de Estado y de Ministros ese mismo año.
Castro fue nombrado formalmente presidente en 2008, aunque estuvo
al frente del país desde que una enfermedad fulminante sacó a su
hermano Fidel del poder en 2006. Fidel Castro murió en noviembre del año
pasado y ahora el futuro político de la nación podría decidirse en las
próximas elecciones, cuando los diputados electos conformen la nueva
legislatura de la Asamblea Nacional el 24 de febrero de 2018 y elijan al
nuevo jefe del Consejo de Estado — la fecha de inicio de cada
legislatura se ha escogido por su carácter simbólico pues el 24 de
febrero de 1895 se inició la última guerra de independencia y se aprobó
la actual Constitución en 1976. Los delegados usualmente aprueban las
decisiones tomadas por la cúpula al mando.Foto tomada de Google
Pero el retiro del actual gobernante, de 85 años, supone otros
interesantes escenarios. Quienquiera que suceda a Castro debe también
“desempeñar la Jefatura Suprema de todas las instituciones armadas y
determinar su organización general” así como “presidir el Consejo de
Defensa Nacional”, según establece la constitución cubana. Una Cuba sin
un Comandante en Jefe en traje verdeolivo y de apellido Castro es algo
que muchos cubanos no han vivido.
Muchos observadores creen que Díaz-Canel, de 56 años, será la
figura elegida para sustituir a Castro en esos puestos pero él
probablemente seguirá siendo una figura poderosa. El gobernante no ha
dicho nada sobre renunciar como primer secretario del PCC y durante el
último congreso en abril del 2016, Díaz-Canel no fue promovido a segundo
secretario.
Un presidente como figura decorativa no es una fórmula
desconocida. Entre 1959 y 1976, Osvaldo Dorticós ocupó formalmente el
cargo de “Presidente de la República”, aunque la fuerza del poder recayó
sin dudas en Fidel Castro, hermano mayor de Raúl, que fungió en esos
años como Primer Ministro y jefe de gobierno.
Como segundo secretario del Partido se mantiene el octogenario
José Ramón Machado Ventura, uno de los “históricos” que luchó junto a
los Castro en la Sierra. Si él se queda al frente del Partido, no sería
ejemplo del “rejuvenecimiento” que prometió Raúl Castro en el último
Congreso. En el Congreso del 2011, Castro había propuesto limitar a dos
mandatos consecutivos de cinco años a los altos cargos del Estado y el
gobierno.
“Si los cubanos creen que [Castro] y su envejecida cohorte de
revolucionarios de los sesenta siguen siendo el verdadero poder detrás
del trono, eso asfixiaría y deslegitimaría a la nueva y emergente
generación de líderes”, dijo Richard Feinberg, profesor de economía
política internacional en la Universidad De California, San Diego.
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Incluso si Díaz-Canel asume la presidencia del gobierno, su poder
estaría limitado por el de los líderes militares, casi todos de la vieja
guardia, fieles a los hermanos Castro. Y luego están los hijos de Raúl
Castro, sobre todo el coronel Alejandro Castro Espín — a quien su padre
le creó el puesto de asesor de seguridad nacional y le encargó negociar
en secreto con Estados Unidos — y que varios opositores señalan como el
futuro “heredero” de un plan de transferencia de poder dentro de la
misma familia.Raúl Castro y su hijo Alejandro Castro Espín
“El poder va a seguir como está ahora en manos de los militares y el
heredero a todas luces es Alejandro Castro Espín, en eso no hay duda
ninguna. Díaz-Canel cumpliría una función similar a la que cumplió
Osvaldo Dorticós 15 años o más”, comentó el opositor Antonio Rodiles,
uno de los coordinadores de la campaña por la liberación de presos
políticos #Todos Marchamos.
“Díaz-Canel es uno más”, comentó la líder del Movimiento Damas de
Blanco, Berta Soler. “Raúl Castro está preparando sus hijos para que
sean los que ocupen el poder y no podemos permitir eso”, dijo al Nuevo
Herald via teléfonica desde La Habana.
En este punto Díaz-Canel está todavía demasiado a la sombra de Castro.
“Cuba es un país que ha sido gobernado por un sistema de hombres
fuertes”, dijo Arturo López-Levy, conferencista en la Universidad de
Texas, ex analista de la inteligencia cubana y primo de un yerno de
Castro al frente del principal monopolio de empresas militares del país.
“Por lo menos yo habría esperado que Raúl le hubiera dado más autoridad
a este punto”, apuntó.
En lo que va de febrero, Díaz-Canel ha aparecido en la portada de Granma,
el diario oficial más importante del país, en contadas ocasiones, tres
de ellas en eventos locales de educación, literatura y periodismo
—difícilmente el tipo de evento de alto perfil para un futuro presidente
y bien lejos de la política exterior. En ese mismo tiempo, Castro
recibió a una delegación iraní y al presidente de Irlanda, y Machado
Ventura recibió a un dirigente comunista de Vietnam. Quizá más llamativo
es que Díaz-Canel no participara en una reunión entre Castro y varios
ministros con una delegación de congresistas estadounidenses el martes.
López-Levy opina que Díaz-Canel parece ser “el candidato adecuado
para el trabajo. Ha viajado, tiene experiencia de liderazgo en el
partido, ha sido un líder provincial, tiene buenas conexiones con el
ejército. Suena bien en el papel, pero en este punto se ve demasiado
débil como para asumir un rol tan importante”.Foto tomada de Google
Castro aún es quien hace las declaraciones más importantes, entre
ellas la extensión reciente de una rama de olivo a la administración
Trump, cuando dijo que quería mantener un “diálogo respetuoso”.
Un elemento clave a observar en el próximo año es si Díaz-Canel
comienza a jugar un papel más relevante en la relación con Venezuela,
principal aliado y benefactor de Cuba, o en las relaciones con Estados
Unidos, una vez definida la política de Trump hacia la isla. Pero
también hay una escuela de pensamiento que sostiene que si la relación
de Cuba con el gobierno de Trump empeora, o si Trump revierte los
cambios emprendidos por la administración del presidente Barack Obama,
esto proporcionaría la excusa a Castro para extender su mandato como
presidente o, al menos, conservar indefinidamente su puesto al frente
del Partido.
“Mucha gente en La Habana está diciendo que si el señor Trump y
compañía vuelve a las políticas de confrontación, retrocediendo en todo o
en la mayoría de lo que hizo Obama, la reacción de Cuba sería decir,
‘Vamos a atrincherarnos’”, comentó Domingo Amuchástegui, un ex analista
de la inteligencia cubana que ahora vive en Miami.
“Entre las generaciones de mayor y mediana edad, había una
sensación de que Raúl no debe renunciar hasta que la nueva
administración acepte el proceso de normalización o que si se retira,
debe permanecer como primer secretario del partido”, dijo Amuchástegui,
quien pasó el mes de diciembre en Cuba. “Lo que escuché los días que
estuve allí fue conversaciones sobre lo que va a hacer el nuevo
presidente [Trump], si va a estar retrocediendo o avanzando en la
normalización”.Foto tomada de Google
Los medios oficiales también están hilando fino cuando se trata de
Trump. “Hay que notar cuán cautos y cuánta discreción muestran los
medios de comunicación cubanos cuando se trata de la nueva
administración”, dijo Amuchástegui.
Sin embargo, Feinberg cree que la gestión de las relaciones entre
Estados Unidos y Cuba una vez que la Casa Blanca fije su curso será
menos importante en el próximo año que “gestionar la transición
histórica a una era post-Castro en la isla”.
Rodiles, en cambio, opina que no se trata de dos cosas
desconectadas entre sí. El disidente sostiene que la presidencia de
Trump podría alterar significativamente los planes de sucesión en la
isla, sobre todo si el plan es dejar a Castro Espín como “la persona que
detrás del telón tienen los controles”, comentó.
“A Raúl lo que le faltaba era atar la lealtades internas a su
hijo, remover de los puestos a personas de la vieja guardia y atar las
nuevas relaciones con socios fuera de la isla, con empresarios y
gobiernos de otros países. Ahora el problema es que todo eso ha quedado
en un limbo, porque nadie va a aventurarse a establecer convenios
importantes en el escenario que estamos viviendo, con la nueva
administración de Donald Trump”, opinó.Foto tomada de Google
Algunos observadores, esperan que Castro se concentre en dos áreas en
su último año en la presidencia: unificar el sistema de doble moneda y
gestionar la relación con Estados Unidos. Las reformas pendientes
quedarían en manos de Díaz-Canel.
“Raúl tendrá que concentrarse en gestionar una recesión económica
en un momento delicado de aumento de las expectativas y lo más
importante, preparar el terreno para la era post Castro y una nueva
generación de líderes más jóvenes”, dijo Feinberg.
El profesor anticipa que Castro enfrentará obstáculos para
mantener cierta unidad “dentro de un cada vez más fragmentado Partido
Comunista” mientras intenta “crear suficiente espacio de maniobra al
nuevo liderazgo para establecer una visión más clara para el futuro de
Cuba: un nuevo modelo económico más definido, un nuevo contrato social”
que conserve resultados del modelo socialista al tiempo que permita “un
modelo nuevo, con más descentralización política”.Foto tomada de Google
Otros desafíos económicos importantes van más allá de unificar la
moneda: intentar aumentar los bajos salarios estatales; gestionar la
relación con Venezuela, que está en caída libre financiera; así como
impulsar la inversión extranjera. La mayoría está interrelacionados y
podrían ser difíciles de solucionar por Castro a corto plazo debido a la
complejidad de los actuales problemas económicos de Cuba, dijo Carmelo
Mesa-Lago, profesor emérito de economía en la Universidad de Pittsburgh.
Aunque Castro tiene más influencia política que su sucesor para
emprender reformas económicas difíciles, “el momento no es bueno”, opinó
Mesa-Lago.
“Este es un momento muy complicado en Cuba”, dijo Enrique López
Oliva, profesor jubilado de la Universidad de la Habana. “La gente está
desorientada. Ellos no están seguros de lo que deben hacer. Hay falta de
claridad sobre lo que traerá la transición así como cuál será la
relación con los Estados Unidos”.
“Si Trump trata de provocar un cambio en Cuba mediante presión o
fuerza”, dijo López Oliva, “todo lo que hará es reforzar a los sectores
intransigentes que no quieren el cambio”.
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